Últimamente hemos celebrado títulos de calidad dirigidos a niños y jóvenes que abordan desde diversas perspectivas los conflictos bélicos, así como los procesos de inmigración y división familiar que a menudo conllevan. En GRETEL hemos recomendado, por ejemplo, los relatos “Musgo” de David Cirici y «Caballo de guerra» de Michael Morpurgo, los álbumes «Lejos de mi país» de Pascale Francotte y «Otto , autobiografía de un osito de peluche» de Tomie Ungerer, así como la novela gráfica «Emigrantes» de Shaun Tan . Desde que mi padre era un arbusto se añade a esta lista. Con el telón de fondo de una guerra donde unos y otros se hallan enzarzados en una lucha interminable, seguiremos el camino de Ela, una niña de unos diez años, para salir del país donde vivía con su abuela y su padre, un pastelero excepcional a quien le ha tocado ir a la guerra donde sobrevive «camuflado de arbusto». El camino debe conducir a Ela al país vecino, donde no hay guerra y vive su madre, a quien ella nunca ha visto y de la que tan sólo tiene una fotografía y una dirección. La primera persona narrativa nos permite experimentar desde la mirada infantil las sensaciones, pensamientos y lógica que acompañan las inclemencias de un viaje largo y duro hacia un destino desconcertante y desconocido. El dramatismo del conflicto queda enterrado a favor de la vitalidad de una niña que no acaba de entender su funcionamiento y que sólo tiene la mirada puesta en llegar a su destino, el lugar que la abuela le ha hecho entender que es el mejor, a pesar de su nostalgia constante. Un relato con un buen ritmo donde la descripción y la acción encuentran el punto de equilibrio e introducen al lector en una historia de las que siguen resonando en nuestro interior una vez terminadas.

Teresa Colomer