Monky es una deliciosa y consistente historia sin texto. El original holandés de 1986 fue publicado aquí por Lumen sólo dos años más tarde. Las guardas nos ofrecen el fragmento de paisaje boscoso y amable. Un camino, un estanque, unas casas al fondo y unos animales deambulando por la escena. Cuando acabemos el libro sabremos que hemos vivido allí. Monky es el peluche de un niño que va al bosque con su madre y lo pierde en el fragor de una lluvia repentina. Como ocurre en el álbum posterior, César y Ernestina han perdido a Gedeón, de Gabrielle Vincent, con el que mantiene semejanzas, el niño llorará y buscará en vano por el lugar donde lo ha perdido. Pero el monito sonriente ha iniciado una aventura que le llevará por nidos y madrigueras hasta que lo encuentra, totalmente empapado y deshilachado, un vendedor de juguetes. Una vez recompuesto y colocado en el escaparate, se reencontrará de nuevo con su pequeño propietario.
La historia se cuenta con viñetas, de una a cuatro por página, siguiendo el ritmo de la historia. Nos movemos en una mezcla de identificación, afecto, ternura, aventura y peligro. De una parte, el mundo lleno de confort infantil de la casa o la tienda, de otra, el sentirse en vilo por el periplo desconocido a través del bosque, con lugares presididos por las uñas de un cuervo o los dientes afilados de un pez, un escalofrío que contrasta con la imperturbable sonrisa del maltratado peluche, un detalle quizás tan consolador como inquietante. Una historia espléndida para los pequeños y con una ilustración de las que atraen a todos de inmediato: clásica y muy detallada, cinematográfica en su secuenciación, enfoques y perspectivas. Un gran libro.

Teresa Colomer