Mimi acaba de aparecer en catalán, aunque hace un par de años que podíamos leerlo en castellano. Mimi es una niña a quien se ha muerto la madre en un accidente y nos cuenta su historia, a partir de aquí y durante un año. Así, pues, un libro de duelo. Como otros de reciente aparición, por ejemplo Un hijo, reseñado también aquí y con el que este comparte la muerte de la madre y el ensimismamiento del padre en su dolor. La gracia de este es su maravillosa capacidad de situarnos en la cotidianidad verosímil y sin dramatismos de una niña que se nos hace cercana y cálida. Porque la vida sigue y hay que hacer los deberes, entender los chistes de la amiga, organizarse para cenar más allá de las pizzas quemadas y saber finalmente quién sacará ahora el perro a pasear. Mimi es una niña adoptada -y que bien que este hecho es anecdótico, totalmente integrado en una de las nuevas situaciones familiares actuales-, y tiene dos hermanos mayores: una adolescente sublevada que escribe un diario -obviamente leído a escondidas por Mimi, lo que no es un simple detalle identificador, sino que tendrá su importancia en la trama- y un chico aislado en el sonido de su batería. Una familia donde cada miembro busca como sobrevivir emocionalmente.
Pero para ello contarán con toda una extensa familia, llena de tíos, abuelos y primos confabulados para ayudar. Y este entorno es una de las mejores cartas del libro. Permite ofrecer una colección de personajes de carácter bien definido, que se añaden a los de la escuela y el barrio hasta constituir un gran friso en medio del cual Mimi, como cualquier niño, vive con la aceptación tranquila de hallarse en su mundo de relaciones. O no tanto tranquila, ya que la cotidianidad ha quedado teñida de provisionalidad por la situación de duelo y de las reacciones de unos y otros para asimilarlo, un nudo generador de tensiones bien conducidas que empujan la trama hasta el desenlace feliz del nuevo orden recompuesto.

Verosimilitud psicológica y de acción, toques de humor, detalles cotidianos identificables para cualquier niño, una trama bien resuelta y una mezcla excelente de vida corriente y sentimientos trastornados. Un libro optimista y sincero, de los que dejan un poso consistente de satisfacción en el lector. No es extraño que, cuando apareció, los niños le otorgaran el premio Fantastic Book 2012.

Teresa Colomer