Tal como nos dice la editorial, Un hoyo es para escarbar es la primera obra de la colaboración establecida entre Ruth Krauss y Maurice Sendak entre 1952 y 1960, una colaboración que innovaría el libro álbum y que más tarde, en 2005, se reanudaría con el famoso título de Ositos.

El subtítulo ya nos dice que se trata de un libro de definiciones para los más pequeños. Y efectivamente, aquí se responde para qué sirven las cosas según la lógica y la experiencia más genuinamente infantil, por lo que se nos hace saber que «un castillo es para levantarlo en la arena«, «los escalones son para sentarse» o «un agujero es para mirar en él«. Un libro de tamaño pequeño, donde cada página o doble página tiene una definición en color sepia -ya veces algunos comentarios secundarios- y un dibujo -o varios-, en blanco y negro y con la representación de muchas pequeñas figuras humanas llevando a cabo diversas acciones con cara de felicidad concentrada. La capacidad de dirigirse auténticamente los pequeños hace sonreír el adulto, con un punto de nostalgia por el tiempo en que los dedos de los pies, por ejemplo, eran una parte del cuerpo muy presente en la vida, pero también con un toque poético -«el sol es para decirte cuando es cada día»-, que avanza con inteligencia -y en inteligencia- a tantos catálogos de emociones y conceptos vitales que proliferan hoy en día. Un juego de humor, contemplación, expresividad e iniciación al juego definitorio en un libro que es como el regalo de una joya: un objeto pequeño, casi humilde por sus dibujos minúsculos y sin color, pero de una potencia explosiva tan pronto se empieza a leer. No os lo perdáis, porque «un libro es para mirarlo» como nos dice al final esta obra que llega desde un pasado de hace más de 60 años, pero que resulta tan actual como el hecho de ser niño.

Teresa Colomer