Nada mejor para celebrar Sant Jordi que los cuentos de dragones de Edith Nesbit en este volumen de El último de los dragones y otros cuentos. Nesbit (1858-1924) fue una mujer adelantada a su tiempo, fundadora de la Sociedad Fabiana, por ejemplo, y famosa por sus innovadores libros para niños, que son todo un clásico de la literatura infantil. Así que hay que sentarse a escuchar o a leer estos cuentos de dragones, tan divertidos, bien escritos, de imágenes lujosas y protagonistas llenos de determinación.

El narrador cuenta las historias en la antigua fórmula de los relatos orales, directos a los lectores; habla con ellos y los considera inteligentes, familiarizados con los cuentos de hadas y capaces de jugar con las reglas literarias y de conducta. Lo pueblan dragones de hielo, dragones de fuego, dragones que provocan mares de melaza o que se emocionan con la amabilidad y el buen corazón. Se hallan aquí toboganes de hielo hacia el Polo Norte, canillas de hipopótamos, torres e islas, agencias de colocación de reyes con trampa escondida, un San Jorge perezoso en su tumba, una plaga de dragones de diferentes tamaños y apetitos gastronómicos , paisajes helados y fuegos ardientes, porqueros y animales ayudantes de cuento popular o también mares de caramelo y naturalistas ingleses, es decir, la palabra que crea escenarios y motivos mágicos, siempre un poco cuestionados, un poco divertidos. Unos protagonistas siempre duales -niño y niña, príncipe y princesa-, equilibradamente emprendedores y valientes, con la presencia de la tradición y al mismo tiempo la necesidad de darle la vuelta, como hacen las princesas que se sublevan y quieren matar ellas el dragón. Y sobre todo una voz cercana, espléndida en su relatar y en la reproducción de diálogos llenos de sentido y surrealismo mezclados, una voz que invita al juego y admite que:

«Bien, si sois de esas personas que tienen una mente curiosa -algo no demasiado bueno si sois pequeños y léeis cuentos de hadas-, querréis saber cómo es que la aurora boreal sigue brillando en las noches frías, tan luminosa como siempre, si los enanos piel de foc están todos muertos y las hogueras se han apagado.