El malefici de la reina d’Hongria fue publicado en 1982 y obtuvo el Premio Serra d’Or de aquel año. La editorial Barcanova lo reedita ahora para celebrar el centenario del nacimiento de su autora, Maria Aurèlia Capmany. La obra es una buena fusión de narración histórica (finales del siglo XVIII en Barcelona y luchas entre países en el Mediterráneo), aventura marítima (con puertos, tabernas, marineros y piratas) y estructura de cuento popular, ya que no en vano la autora fue hija de uno de nuestros principales folcloristas. Y es que los dos hermanos mayores Oliver no han vuelto del mar y nos tememos que han desobedecido el consejo de la sirvienta: «Ve a donde quieras, pero guárdate de tocar el puerto de la reina de Hungría». Así que, por supuesto, que será el hermano pequeño quien deberá partir y cumplir la misión encargada, con la particularidad de moverse deliberadamente sin otras armas que el ingenio y la persuasión en un mundo repleto de intrigas.

La historia fusiona todos esos imaginarios históricos y literarios con una prosa que es una delicia de autenticidad lingüística, llena de giros y frases hechas, así como de un cierto tono narrativo, amasado entre el folclore y el género de aventura, que es todo un acierto. A diferencia de muchas narraciones actuales, no se preocupa demasiado por aclarar las posibles dudas del léxico o los referentes (lo hace la editorial, con un glosario al final), ni convierte a los protagonistas en adolescentes actuales, sino que da por hecho que leer haciendo hipótesis sobre el contexto es la forma natural, tanto de dominar el lenguaje, como de moverse por la ficción en el nivel de conocimiento que el lector desee tener, ya que siempre puede recurrir a un plano de Barcelona o a un mapa si desea precisar los movimientos de los personajes. Una buena obra también para el uso escolar en los primeros cursos de la ESO, con lectura de fragmentos, lectura compartida, etc. Y un merecido homenaje a la autora, en recuerdo de su rebeldía, a la vez feminista, institucional y arraigada en el poso de la cultura propia, por tal que las generaciones jóvenes se nutran de la memoria de todos.

Teresa Colomer