El libro del oso de Kate Banks es un libro para irse a la cama. Este momento especial del día parece especialmente apreciado por una autora que ya nos había ofrecido el admirado paseo nocturno de la luna en Si la luna pudiera hablar o Cierra los ojos, todos ellos títulos ilustrados por Georg Hallensleben (y también todos publicados por la editorial Juventud en castellano). Nos alegra reencontrar aquí el mismo encanto de las grandes ilustraciones a doble página de Hallensleben, una paleta de colores y trazo bien característica, y un tono tranquilo, suave y luminoso en todo el álbum, que impregna de optimismo el tiempo del reposo.
Pero la gracia especial de El libro del oso es la de fusión de diferentes lecturas. En realidad, el título del libro es el del cuento que miran juntos una madre y su hijo antes de acostarse, un cuento que explica el proceso de dormir y despertarse de un oso que va a hibernar. Cuando nosotros leemos este libro, el narrador nos superpone a la situación de los personajes, de modo que, como lectores, pasamos las hojas a la vez que lo hacen ellos, a menudo vemos lo mismo que contemplan el niño y la madre y los comentarios que leemos podrían también ser los nuestros. El texto refleja perfectamente la forma de compartir juntos un libro. Aparecen todas aquellas formas de recepción más usual: los juegos de la madre y el niño señalando los colores o los animales escondidos, la lectura ocasional de las bellas frases del cuento por parte de la madre, la evocación de la propia experiencia del niño a partir de lo que ocurre en el cuento o las interacciones y anticipaciones de uno y otro personaje. Si lo miramos antes de dormir, nuestra situación, la de los personajes y la del sueño invernal del oso nos sumergirán en un túnel de espejos juguetones y tranquilos que nos irán llevando al sueño con una sonrisa. Y quizá también nos ayudarán, de paso, a modelar una buena manera de leer un libro con un niño, de modo que puede ser un buen libro a comentar con padres y futuros docentes.

Teresa Colomer