Como muchos otros cuentos, El perro negro versa sobre el miedo. En este caso para ofrecer el mensaje de que si se enfrenta el temor … tal vez no haya para tanto. Lo hace con regusto mágico, ya que el punto de partida es una figura del folclore británico, un enorme perro, negro como un mal presagio, tal vez relacionado con la muerte. Sin embargo, el álbum se convierte en un recorrido humorístico construido a base de repeticiones graduadas: cada miembro de la familia Esperanza ve al perro de buena mañana. Entonces, su sorpresa, la comparación que establece con una animal cada vez mayor y la solución que adopta cada vez más temerosa, marcan un ritmo creciente totalmente adecuado a la lectura de los niños. La pequeña de la familia hará suya la esperanza de salir adelante, ya que considera una tontería tener miedo de un perro, así que sale a verlo y juega a hacerse perseguir entre retos con pareados que provocan la mengua del perro hasta alcanzar un tamaño normal a través de una serie de acciones también repetitivas y graduales.

Las ilustraciones responden a una atmósfera de realismo mágico, tono antiguo, humor alocado y detalles a rebosar. Se dividen entre las páginas de la izquierda, donde pequeñas imágenes en sepia relatan la acción, y grandes ilustraciones coloreadas a la derecha; excepto durante la persecución de la niña, donde el tamaño del perro invade ambas páginas para mostrarnos su progresiva disminución. Una ilustración espléndida que también permite seguir la historia sin palabras.

Los méritos del libro radican en el atractivo de la ilustración, la buena estructura y ritmo del relato, el juego oral del texto y el eco de una leyenda terrorífica que contrasta con el desparpajo infantil que convierte el ambiente de terror en una plácida imagen afectuosa de perro en familia. La obra es de un joven autor británico que ha merecido la Medalla Kate Greenaway y que ofrece un libro excelente para ser leído conjuntamente, repetir el texto en voz alta y jugar al espanto desde la risa.

Teresa Colomer