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Consejos para niñas pequeñas

Twain, Mark

Il·lustracions:

Vladimir Radunsky

Traductors:

Raquel Vicedo Artero

Editorial: Madrid: Sexto piso
Any: 2014
ISBN: 978-84-15601-54-8
Edat: (10-12)

“Nunca permití que la escuela interfiriera en mi educación» es una de las muchas citas provocadoras que nos ha dejado el escritor Mark Twain. Con esta distancia respecto de los principios educativos habituales, no es extraño que en 1865 escribiera unos cuantos consejos para las niñas que, de hecho, intentan salvarlas de las normas que oyen un día sí y otro también. Hace unos años estos consejos fueron recuperados y editados en catalán y castellano, por la editorial Libros del Zorro rojo, con unas divertidas ilustraciones de Montse Ginesta: Consejos para las niñas buenas. Ahora nos llega Consejos para niñas pequeñas, la traducción de la edición -primero italiana y luego inglesa -ilustrada por Vladimir Radunsky, publicada por la editorial Sextopiso.
Los breves consejos de Mark Twain siguen siempre el mismo patrón: comienzan de forma moralizante («En ningún caso bebes quitarle ti hermanito apoyo chicle por la fuerza«), para continuar con un giro radical donde radica el consejo subversivo del autor («es preferible engañarlo con la promesa de que le darás los primeros dos dólares y medio que encuentro flotando en el río sobre una piedra«). Pero lo más divertido del libro no es que anuncie la norma con toda corrección para darle completamente la vuelta a continuación, ni siquiera que lo haga con la introducción de una notable dosis imaginativa; lo que hace que no se pueda dejar de sonreír mientras se lee es el lenguaje que utiliza para dar su consejo: un juego irónico de registro lingüístico elevado («con la cándida y natural ingenuidad propia de esa edad, le parecerá una transacciones absolutamente equitativa«), un tono muy propio del autor, bien conocido en sus análisis irónicas de los textos de la Biblia y de otras moralejas. Leer estos textos fuerza a los niños a reír justamente «con y por” el lenguaje. No es un mérito menor en los tiempos de empobrecimiento lingüístico que corren. Aún así, hay que remarcar que las ilustraciones también son magníficas -como lo eran las de Montse Ginesta en El Zorro rojo-, de modo que suponen una buena aportación al acierto global de la obra. Un pequeño entretenimiento para reír todos juntos y que también puede servir como actividad familiar o escolar si se continúa la serie de consejos a partir del modelo.

Teresa Colomer